Me falta escribir
sobre cada huella
que dejaron aquellos
que pasaron por mí.
Es una pretensión
de literato,
algo que se cree
quien se cree poeta.
Uno no escribe una
huella: la camina
bebe del agua
acumulada en su cóncava forma,
la llena de yeso y
la estudia
como si fuera un
fósil.
Pero no la escribe.
Escribir es de
literatos vanidosos
que tenemos
-dicen-
tiempo libre.
Como si el tiempo de
escribir no fuera
un crédito sacado
en el infierno.
Debo escribir sobre
cada huella
que llevo en mi
camino tortuoso y sin destino.
Debo hacerlo como
una obligación:
es mi forma de de
caminarlas
de beber su lluvia
como en copas homéricas,
de estudiar su
anatomía viva y mía.
Debo escribir sobre
cada recuerdo
aunque me atraviese
un rayo de dolor por visita.
Porque si soy algo,
si tengo una forma,
es por esas huellas.
Debo escribir
robando tiempo
al infierno y sus
finanzas.
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