Camino por una
vereda de baldosas ajenas.
Me repelen los
carteles, las luces de los autos me ladran
como perros
hambrientos, cimarrones, heridos.
No me pertenecen
siquiera las sombras que proyecto,
multiplicadas copias
paródicas de sucios grises.
Sólo soy dueño de
mis pasos.
Sólo soy dueño del
impacto de mi pie en el mundo hostil
en esta ciudad
privada de cemento y luces frías.
Desgasto mis zapatos
caminando el precio de la libertad.