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domingo, 7 de julio de 2019

Decir que te amo

Decir que te amo
es encerrar en cinco letras
veinte años de soles y lluvia
y abrazos que sostienen
como árboles al cielo.

Decir que te amo
es un intento pobre pero imprescindible
de traducir besos en una palabra
mágica y enana que no alcanza
a decir angustia, placer, dolor,
despedidas, soledad y alivio.

Hay gente que supone
que trabajo con palabras:
lamento defraudarlos.
En este momento no puedo armar
emocionantes discursos,
poemas que sean recitados en colegios
ni cartas de antologías literarias;
apenas puedo, con torpe voz
decir que te amo.

Levántate

Levántate,
grita una voz que no es mía
y sin embargo sale de mis uñas,
de mi sombra, del fondo de mi niñez,
de cada traición que le hice
a mis esperanzas.

Levántate,
dice la voz en una lengua extraña,
en un español de otra galaxia,
que no era el de mis amigos,
no era el de mis padres,
pero que me trae las nubes
y el sol de aquel cielo
que brillaba mi bicicleta roja,
mi pelo con coleta
-sí, tuve pelo-, mi antediluviana juventud,
mi niñez de exilio,
mi voz horrible cantando
canciones de Mercedes Sosa
a una hermana que nunca se quejó.

Levántate,
me grita y ya sé que soy yo el que grito
desde el suelo, desde el mismo
suelo que visito desde mi infancia.
Levantate, vení, vos podés, dale
y la voz son todos los que me aman,
los que me amaron y me vieron
una y otra y otra y otra vez
caer y levantarme, eterno
habitante del abismo, eterno
perdedor de cada día.
¿Perdedor? No.
Perder es no aprender
a levantarse.