No soy el que escribe
los versos que manan de un rayo incesante,
ni la misma bella mano aleve
que invoca belleza con gráficos conjuros
tropieza palabras en mis cuadernos.
Soy un poeta que bebe y ríe
con mis hermanos de vida y profesión.
Somos la legión de los poetas
que caminan en el barro,
que transpiran en versos el dolor de su tiempo.
Con más o menos fortuna,
transcurrimos y testificamos
el hambre del pobre,
las pequeñas alegrías,
nuestro amor y dolor
que es el amor y dolor de cada uno,
tan universal como el temor y el coraje.
Soy de la cofradía de los poetas invisibles.