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miércoles, 31 de julio de 2013
Escena montevideana 3. Higiene.
El tipo miraba la ciudad, desde el 522. Acababa de pasar por donde antes había un asentamiento, por Bulevar Batlle y Ordóñez a la altura del Arroyo Miguelete. Ahora es un lindo parque, con juegos, asientos, caminería. Se nota que los vecinos respetan el lugar, se mantiene limpio, prolijo. El tipo recuerda que las familias fueron realojadas, y pese a la perseverante leyenda urbana, no ha escuchado nada acerca de un presunto abandono de las nuevas viviendas. Pensaba en eso cuando ve a una señora de cierta edad, apoyada la mano izquierda en un bastón mientras que con la derecha llevaba con una bolsa de basura, acercándose a un contenedor. Al lado del contenedor había dos bolsas y una o dos más destripadas y con su contenido desparramado por la vereda, rodeándolo (alguna mala puntería, juzgó en seguida el tipo, con ironía), dándole un mal aspecto al lugar pero sin impedir el acceso al contenedor. El contenedor estaba oscurecido por sucesivos incendios que quemaron la pintura, pero no se veía rebosante de basura, seguramente la basura que estaba afuera no se debía a falta de recolección sino a la vieja y conocida mala voluntad de algunos vecinos. El tipo pensó pobre, la señora, tener que pasar entre la basura desparramada en la vereda para tirar la bolsa. No, la señora ni se acercó al contenedor. A un metro del mismo tiró la bolsa, no sin cierta elegancia, giró sobre su respetable bastón y se alejó del lugar, lo mismo que el 522. Toda la escena duró apenas unos segundos, mucho menos de lo que se tarda en contarlo. Quizá la amable señora hubiera demorado dos o tres segundos más en llegar hasta el contenedor, levantar la tapa, y tirar la bolsa.
sábado, 27 de julio de 2013
gurises
En el invierno infierno se congelan
soles,
no hay donde cobijar esperanza de un
tibio mediodía,
el viento se mete como cuchillos en la
ropa vieja
y el hambre es ausencia presente en las
tripas.
Pero hay quien da y no da del cielo
no da con fotógrafos ni con cientos de
fans capturando sonrisas.
Hay quien da lo que no tiene
de pura vergüenza de tener un techo y
un plato caliente en la mesa.
Hay quien da porque sí, por que le
duele la infamia.
Ese pequeño gran puñado de seres
no dan solo esperanza
dan dignidad, reciben más que un
gracias:
reciben también soy un hombre y quiero
ayudar.
Esos gurises no salieron en la foto de
los diarios
recibiendo medallas por un plato de
sopa caliente y un café
aromando amores que no son de
telenovela,
que son de humanidad.
Esos gurises me dan vergüenza de mi
frazada y mi viejo escepticismo.
Esos gurises me dan confianza en el
mundo,
en su lado izquierdo,
allá,
donde bajito,
se escucha latir.
miércoles, 3 de julio de 2013
Pedazos del alma
Dedicado al Chino, amigo de cuatro patas, que ya no está
La muerte me va robando
pedazos del alma que dejo en otros
seres.
Quiere convencerme del mal negocio
que resulta invertir en amor.
Mi alma adelgaza y enferma por unos
días
de una melancolía gris, un cierto
spleen criollo.
Pero queda la memoria,
la vieja y porfiada memoria,
funcionando como una locomotora a
vapor,
anacrónica y galáctica,
informática y anarquista.
Ella me sopla el spleen como un niño
nueve velas de cumpleaños.
Entonces mando a la muerte a su puto
padre
y engordo a mi alma remendada de
memoria.
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