Es posible que el título llame a confusión, que al leer uno se pregunte de qué pelotudo se trata. Es que la palabra no necesita demasiada explicación, uno tiene una idea general de su significado; entonces pensamos en que un ejemplar que pueda llamarse pelotudo tuvo un accidente esperable y se rompió en varias partes. Y no habría ninguna sorpresa, justamente por lo esperable del caso.
Pero no, la pretensión de este artículo es intentar describir al pelotudo como tipo humano. Insisto, es más fácil ejemplarizar (pelotudo es Fulano, por ejemplo) que describir, pero vamos a hacer el esfuerzo.
Para empezar, hay muchos. Por todos lados. Se diría que estamos rodeados de pelotudos. Basta con salir a la calle y ver cómo manejan, con prender la radio y la televisión y ver cómo hablan. Está lleno de pelotudos, así que no podemos decir precisamente que sean una minoría, pero sí podemos decir que la condición de pelotudo (vamos empezando por ahí: pelotudo se nace, y se perfecciona con el ejercicio) no responde a situación social, origen étnico, ni siquiera a nivel de instrucción, porque usted, querido lector, podrá corroborar que hay muchos pelotudos profesionales. Es decir, que ejercen alguna profesión (también hay los que cobran por ser pelotudos, pero ese es un caso especial, como el de los conductores televisivos o radiales que todos conocemos).
Luego es una condición no genética, ni siquiera tiene que ver con determinado grado de inteligencia. No, tiene que ver con una actitud y una facilidad para elegir la peor opción posible frente a una situación dada. Por ejemplo, el tipo que en el medio de un embotellamiento se descarga en la bocina. ¿Logra algo? No. Y entonces, ¿para qué lo hace? Esa no sería la pregunta adecuada, ya que no hay un para qué: el pelotudo no piensa: hace. O dice, que es una forma especial de hacer (y una de las preferidas del pelotudo). La pregunta es por qué. Y ahí la respuesta sale sola, sin necesidad de más elucubraciones: el tipo toca la bocina en un embotellamiento porque es un pelotudo. Tan sencillo como eso. Ahora bien, estamos hablando del que habitualmente termina haciendo cosas así, no del que alguna vez lo ha hecho. Y es que, como una genialidad ocasional no convierte a nadie en genio, una boludez no te hace boludo (permítanme por un instante el sinónimo, aunque hay quien los distingue; es que cansa la repetición y conviene variar un poco).
Entonces vamos forjando una descripción: es alguien que no piensa. Que usa el sentido común como común y no como sentido. Y podemos ver que trasciende el ámbito rioplatense del término. Cuando uno ve una película británica como
Los caballeros de la mesa cuadrada, de los Monty Pyton (
Monty Piton and the Holy Grial), obra maestra del absurdo, encuentra que escenas como el de la muchacha que es juzgada por brujería por pesar más que un ganso parecen sacadas de la vida real, porque todos conocemos gente que es capaz de hacer esas asociaciones. No sé como les dirán en Inglaterra a estos especímenes, pero sin duda se trata de pelotudos.
Así que haciendo un breve resumen podemos decir que el mundo está lleno (piense muy bien antes de preguntar "¿de qué?", no sea cosa que el subconsciente lo traicione).
Para finalizar, haremos un breve punteo.
El p. (y sí, repito que cansa, así que esta vez usaré abreviaturas) no piensa, hace.
El p. no dice, habla.
El p. no razona, opina.
El p. puede ser muy bueno en un área determinada, pero eso lo hace más peligroso, porque cree saber de todo.
El p. elije los foros donde pueda opinar de todo lo que no le preguntaron Y lo hará en proporción inversa a su conocimiento del asunto tratado. Elige preferentemente fútbol y política, más cuando tiene menos deportes que Utilísima y menos está dispuesto a hacer algo por cambiar el mundo.
El p. se ofende. Invariablemente. Hasta cuando uno le pregunta si tiene cambio.
El p. atrae a otros p. Mucho más si tiene un programa de radio. Entonces el p. oyente termina con la radio a todo volumen, importándole muy poco el resto del universo.
Como conclusión de lo anterior, el p. es básicamente egoísta.
El p. rara vez se sentirá identificado cuando uno hace una descripción de lo que es un p.
Por último, agradezco muchísimo su atención y complicidad. Después de escribir este artículo, me siento un poco más pelotudo, pero por el último punto sé que todavía no del todo.