Esta noche no tengo derecho
a llamarme poeta y posar con una
pipa apagada.
Esta noche la puta muerte visita
camas de hospitales y camina
como dueña de las calles
en Guayaquil y Milán y Nueva York
y Madrid y Bogotá.
Esta noche no hay poesía que
valga,
pero tampoco tengo derecho a
callar.
Tengo que cuidar la esperanza
como si fuera hija de un camarada
que se fue.
Esta noche tengo que levantar una
bandera
en un mástil apolillado, heredero
de guerras perdidas.
Esta noche
habrá versos que se enciendan en
palabras mojadas
para calentar un poco
el hogar de mis hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario