Hay un grito dormido
despertando mi pecho
de tanta siesta,
de tanta hora que
pasa sin nada.
Hay un volcán de la
palabra,
en plena furia
contenida.
De nada valen las
caras amables ni los buenos días.
De nada vale fingir
que soy un ciudadano
y escribir cuidando
los mensajes correctos
y la buena
ortografía.
El que mira dentro
de mis ojos
podrá asomarse a la
ira y al frío
de mi volcán
maldito.
Hay un grito
despierto
durmiendo mis labios
de tanta palabra no
dicha.
Hay un volcán de la
furia
en plena hora
contenida.
Cuando llegue la
hora y se parta mi tórax,
como de una cárcel
en plena fuga
huirán de mí todas
las palabras muertas.
Se pagarán todas
las veces que mordí el amor
y negué el odio,
todas las veces que
negué esa moneda
a sus legítimos
dueños.
Será un grito
definitivo, último.
Dejaré mi alma en
esa fuga
que nadie escuchará.
Hay un grito dormido en una ciudad sorda.
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