Ese adorno
de palabras y
chapitas doradas
que fabrican los
poetas de alquiler,
eso,
no es amor.
Ese cuento de final
feliz
ni remotamente se
parece
al amor.
En realidad
el amor es inefable:
sucede y nada más.
Hay más amor
en ese viejo que
acaricia
a su perro compañero
de baldosa
que en cualquier
príncipe
de cualquier reino
por encantador que
fuera.
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