La luna convoca
voces oscuras,
ocultas garras que
rajan mi pecho.
Son sombras que me
forman, son desecho
que guardo, son mis
acciones impuras.
Mis viejos demonios
trepan alturas
del cielo. No tengo
voz ni derecho,
gobiernan mis
miedos, siento su acecho.
Son sombras al fin,
pero sombras duras.
En cielo ni suelo
tengo respiro.
Me queda sólo mirar
a la cara
al viejo enemigo y
darle batalla.
Así podré saberme
hombre si miro
al espejo. Tener de
nuevo clara
la voz y ser el que
soy, y no el que calla.
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