Ocurre que uno
todavía está
aprendiendo a ser
hombre.
Desaprendiendo las
miserias,
las oscuras
ruindades.
Ocurre que uno
atisba el fondo
y en el fondo sabe
que estaba
equivocado.
Ocurre que cuando el
miedo da tregua
uno se ilumina de
repentina lucidez,
como cuando la
dorada última luz
anterior al
crepúsculo
delgada nos dibuja
las copas de los árboles
y los gorriones se
detienen
fotográficos
en vuelo.
Ocurre por un
instante,
una suspensión del
transcurrir,
una íntima epifanía
que nos revela toda
la verdad del universo,
la cual, por
supuesto,
no llegamos a
comprender,
pero vemos.
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