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martes, 31 de enero de 2017

A la hora en que los vampiros vuelven a casa...

A la hora en que los vampiros vuelven a casa
y las luces se descuelgan lánguidas de las lámparas,
te sueño y despertando te sueño en la vigilia.

Los días se suceden como caballos en una carrera indefinida e infinita.
Cada noche me acuesto a tu lado y no imagino
otro lugar en el mundo para despertar a salvo.

Luego del café y el beso de hasta luego rentamos nuestro tiempo,
sonreímos a extraños y extrañamos el rincón nuestro,
el saludo canino insobornable y los brazos que rodean.

A la hora en que los vampiros salen de fiesta
y las luces artificiales opacan las estrellas,
los párpados caen como telones y sueño que despierto contigo.

lunes, 30 de enero de 2017

Palíndromos.

Seres rotos, rengos, chuecos,
nos disfrazamos de criaturas felices.
Maquillamos grietas de lágrimas, de cuchillos, de puños feroces.
Algunos tenemos suerte,
o algo así.
Tenemos alegrías, familia,
sueños en suspenso.
Algunos hemos sido
apenas rozados,
o algo así.
Cuando crucemos por la calle,
o cualquier otro infierno,
con otros seres,
palíndromos desafortunados
que estorbaron o sobraron
la planificación de los poderosos,
no los miremos como zoólogos;
sólo son nuestros hermanos,
o algo así.

domingo, 29 de enero de 2017

Fragmentos de mundo

Los aparatos me ladran fragmentos de mundo
que se clavan en mi pecho como esquirlas,
como pétalos de una bomba granada.
Ha muerto un muchacho cuyo nombre ignoraba ayer,
se transmiten números como una lotería de sangre,
hay tableros de alfiles heridos y millones de peones
desangrados en escaques con frontera.

Alguien ha seleccionado qué decir
y sobre todo
qué callar.

Unas familias demuestran
que los sueños tienen forma de ladrillo,
pero las cámaras
(¿importa si capturan el instante o un suceso?)
jamás pasaron por esa esquina.

Alguien ha decidido
que los sueños no venden,
ergo no existen.

Mientras tanto una palurda
con dinero
se perfora las uñas para colgarse metales.

Me niego a decir que informa
la maquinaria que fabrica noticias
como si fueran bombones
rellenos de aire envenenado.
Apenas son esquirlas
buscando carne para dormir.

martes, 24 de enero de 2017

Elementos: 1. Viento

El viento me invade,
me abandona.
El viento infla las velas de mi barco imaginario,
derriba los robles que no planté.
De viento se forman mis promesas
y en el viento se diluyen, infelices luciérnagas de un día.

He de pararme firme y hacer de mis pies raíces,
soportar el viento, ser uno con la tierra de mis padres.
He de ser el hijo que esperaban,
el hombre que besó mi amada,
he de ser mejor de lo que doy cada día.
He de ir a contraviento.
Será de dura roca mi palabra.

miércoles, 18 de enero de 2017

La culpa la tienen mis viejos


La culpa la tienen mis viejos.
Esa cosa de la ética y el laburo,
de ser y hacer,
de protestar un penal en cualquier cancha.
Si a usted le gustó una pizza, un poema,
un milagro de pies y manos en la danza de mi hermana,
ya sabe.
La culpa la tienen mis viejos.

Crecí mirándolos y admirándolos,
no les dije la cantidad de veces que quería
que los quería.
Me arrepiento de cada pendejada,
de cada palabra idiota que dije
y de cada palabra cariñosa que no dije.
Pero ya está, son puñales de karma que me llevo,
clavados en el alma.

Pero a pesar de mi necia manía
algo bueno habrá salido,
de eso
la culpa la tienen mis viejos.

Solidarios, laburantes, responsables,
esa pareja de uruguayos
que arrancaron soles al cielo
para sacarnos una sonrisa,
que regaron con lágrimas la tierra
para darnos comida,
son culpables de cada cosa buena que tenemos.

No lo dude, no busque en otro lado.

La culpa la tienen mis viejos.

domingo, 15 de enero de 2017

Publicación en "elMontevideano"

Ser publicado en elMontevideano es un honor. Que además haya un prólogo de Hugo Giovanetti viola encabezando la publicación de un poemario, es un privilegio. No alcanza la vida para agradecer tanta generosidad.
http://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com.uy/2017/01/40-poemas-de-marcelo-sosa.html?spref=fb

viernes, 13 de enero de 2017

Sobremurientes

La ciudad tiene niños
sobremurientes.
Viven,
si el eufemismo tiene sentido,
al filo del corte
sobre los antebrazos.
No tienen nada más que el vértigo,
no tienen nada más que el miedo
del otro lado del caño.
Matar es una puerta
para no estar solos,
mientras la bala que los busca
baja en el puerto.
La ciudad tiene niños
cimarrones.

La ciudad tiene niñas que vuelan
con alas cortadas.
Hechas mercancía
incluso antes de menstruar,
han conocido más cárceles que escuelas.
Se disfrazan de mujeres
en oscuras terminales,
en rutas, en el puerto,
donde hombres vacíos las usan
como si fueran jabón.
Muñecas rotas sin niña,
vuelan
hasta caer.

La ciudad tiene hombres y mujeres
que se indignan sanamente al mediodía.
La hora del almuerzo se interrumpe
de realidad.
Como si alguien
de forma inoportuna
destapara el tacho de basura.
Algunos olvidarán o pensarán en heroínas turcas
a la hora de la siesta.
Otros intentarán ahogar la culpa
por no hacer nada
en poemas sin belleza
ni fe.