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domingo, 22 de enero de 2012

Furiosas Bestias del Infierno


Furiosas bestias del infierno
cabalgan el mundo como si fuera su comarca
predican a sangre y fuego el evangelio del metal
por sus fauces brillan ígneos gritos
castigan rebeldías al orden
se proclaman
únicas portadoras de la luz
frívolas, bárbaras, incendiarias
las furiosas bestias imperiales
pretenden dominar lo indominable
guerreras a sueldo del único ojo piramidal
no tienen ley ni cuartel
cuídate, tú, ex ciudadano
paria recién parido
los feroces brazos iluminados
se cierran sobre ti.

viernes, 20 de enero de 2012

elegía

se fue
y acaso es todo.
un incómodo hueco en los saludos,
una copa vacía
y los recuerdos aferrados como su olor a la ropa.

nos diremos que fue un buen tipo,
sabremos que el dolor alquiló una habitación en su casa
y que las paredes se pintarán de viejas voces.

Dios se apiade de los vivos,
de las verdades que escondemos bajo mentiras amables,
de nuestra soledad,
que crece bordando sombras de ausencia.
Dios se apiade de la palabra que tememos soltar
como si fuera evitable su ladrido,
como si no fuera eco de otras,
más dulces,
palabras.

se fue
y no podemos decir sino hasta luego
y esperar sin garantías
un reencuentro.

jueves, 12 de enero de 2012

puzzle

comienzo a deconstruirme
quitando en un ritual desconocido
las partes acartonadas
de un rompecabezas
al que estoy demasiado acostumbrado
proceso comparable en su dolor
al de quemar cartas viejas
de olvidados amores
edifico entonces
sin plano ni arquitecto
un nuevo templo
otro puzzle
donde falta la pieza
que ocultás en un puño
imperceptible

domingo, 8 de enero de 2012

pongo rumbo al naufragio

pongo rumbo al naufragio
así es mejor
sólo nos espera el viento
tiempo llevo en la derrota
sin carga
sin retorno
sin destino
cortando al mar
en una herida
que cierra sin memoria

miércoles, 4 de enero de 2012

La enseñanza de la literatura (opinión insensata en busca de juicios sensatos)

Hace un montón de años, cuando era joven y todavía creía que era poeta, leí una serie de artículos, ahora de muy difícil acceso (ni recuerdo el nombre del semanario, vinculado a una organización política determinada, como por otra parte estaban todos los semanarios de la década del 80), firmados por la Profesora Graciela Mántaras Loedel. Primero que nada una aclaración: lo de profesor es un título que se da universalmente a quien ejerce la docencia, en muchos lugares preferentemente a quien la ejerce en la enseñanza secundaria, terciaria y/o universitaria. En Uruguay, además, existe un título específico otorgado por una institución específica, el Instituto de Profesores Artigas, fuera de ese instituto, los que expide título de “Profesor” son el Instituto de Educación Física, universitario, y el INET (Instituto Nacional de Educación Técnica), dependiente de ANEP (Administración Nacional de Educación Pública). Ahora que ya estamos más familiarizados con las siglas, conocimiento indispensable para entender a la educación uruguaya, podemos decir que Graciela Mántaras era Profesora de Literatura egresada del IPA e inspectora de dicha materia en la enseñanza secundaria pública de Uruguay. Podemos también decir que muchos profesores que dan clases en la Universidad de la República o en las muchas, demasiadas para la demanda, universidades privadas del país, nunca han recibido el título de Profesor en ningún lado y a pesar de ello no titubean en firmar como tales o hacerse llamar así. Es curioso, porque muchos de ellos ejercen otra profesión y no dudarían en acusar de usurpación de título a quien se llame a sí mismo, sin serlo, Doctor en Medicina, o en Derecho, o Arquitecto o... bueno, un largo etcétera (aunque la ley distingue al respecto el título habilitante del que no tiene esa condición). Pero me voy de tema.

Esta serie de artículos se referían a la enseñanza de la literatura, y no eran aplicables sólo a Uruguay, sino a cualquier país. Ahora bien, antes de continuar, es necesario contestar(nos) algunas preguntas básicas:

  1. ¿Para qué enseñar literatura?

  2. ¿Qué literatura enseñamos? (obras, autores, géneros)

  3. ¿A qué estudiante le enseñamos literatura?

  4. ¿Cómo enseñamos?

  5. ¿Cuáles son los conocimientos previos para la enseñanza de la literatura?

Vamos por la primer pregunta.

Hay que distinguir dos niveles de respuesta, los fines y los objetivos de la enseñanza de la literatura. Los fines responden a un nivel teleológico, más apropiado a la filosofía de la educación, pero las respuestas usuales las podemos resumir en “formar ciudadanos”.

Es un fin grande, con pretensiones de universalidad y claramente responden a una ideología demócrata y positivista, encarnada en Uruguay por la figura de José Pedro Varela. Los objetivos responden a lo que se quiere lograr en cada nivel de aprendizaje, suelen ser más instrumentales, y subordinados al fin perseguido.

Hay una respuesta más sencilla, menos pretenciosa y más directa, que se puede hacer sobre los fines (o el fin): Enseñar a leer. Usted me dirá: eso se logra con la enseñanza de la escuela. Sí, claro, pero si uno observa la capacidad de interpretación, análisis y comprensión lectora de un estudiante que llega a la Universidad, pongamos por caso, a estudiar Ingeniería, enseguida dirá: la mayoría no sabe leer. Es decir, saben, pero con carencias en las capacidades arriba referida. Ni hablar de los estudiantes que no logran completar la enseñanza secundaria. ¿Cómo que no saben leer? ¿Y entonces cómo pueden estudiar a nivel terciario? ¿O cómo pueden comprender lo que pasa en el mundo? Se preguntará usted. La respuesta es sencilla: no pueden. Por eso fracasa el proyecto en la consecución de sus fines. Por eso el fracaso escolar dramático que se da a nivel universitario, con el consiguiente costo. Porque claro, un estudiante universitario fracasado cuesta demasiado dinero al Estado. Pero eso es otro tema.

Adelanto un poco, antes de continuar: la Prof. Mántaras Loedel proponía reunir la enseñanza del Idioma Español con la de Literatura, ya en la escuela. Reunir, porque nunca debieron estar separadas, de esta manera continuar durante la secundaria, y no hacer el quiebre de esperar recién al tercer año de secundaria (unos catorce años de edad, en Uruguay) para empezar, de la nada, a enseñar Literatura.

El tema da para mucho. Tanto que para seguir, habría que hacerlo en otro artículo.

Pero agradecería muchísimo que dejaran su opinión al respecto de lo que han leído: esto no pretende ser más que un aporte a un debate que creo necesario.