Juego a la culpa
con la pasión morbosa
de un motociclista suicida.
Leo sobre estética medieval
y pienso en Brasil y sus cuarteles;
miro un partido del Barça
y recuerdo que el taxista asesinado
tenía mi edad.
La culpa de mi silla cómoda,
me persigue mintiendo que mi vida es fácil.
La culpa se acomoda tibia,
como una petaca
en el bolsillo cordial de un alcohólico.
La realidad fragmentada de los noticieros
me atormenta con la precisión
de un torturador de la cia.
Escribo en un presente lineal,
aplastante,
simultáneo como piedras de una multitud enfurecida.
El verso final,
optimista,
se niega a salir, acurrucado entre telones.
Solloza por la noticia de una niña violada.
Será cuestión de apurar la realidad
a fondo blanco, blanco
como una página invicta.
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sábado, 19 de marzo de 2016
lunes, 7 de marzo de 2016
Mantra
Navigare necesse
est, vivere non necesse
Plutarco.
Distraje mi jornada
y bebí
el agua de malas
lluvias.
El veneno muerde mi
corazón
y mi razón agoniza.
Mi alma debió ser
espejo del universo,
pero ese cristal
estalló de miedo y cólera.
Los cielos lloran mi
falta,
sólo queda una
canción
por entonar.
Mis labios
partidos por la sal
de otros días
modulan el triste
viento
que me abandona.
El mantra flota en
el aire
como una botella de
náufrago
en un mar ignoto.
Navegar
es necesario.
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