Lamento
desilusionarla, señora,
pero los poetas
también estornudan.
Se enamoran, claro,
pero no siempre
locamente.
Los poetas a veces
eructan,
miran películas,
comen pop.
Caminan en invierno,
enfundados en
gabanes,
claro que sí.
Pero también han
remontado
algún que otro
barrilete.
Las poetas no
siempre se suicidan,
aunque usted no lo
crea.
A veces hasta son
felices
-tranquila, dije “a
veces”-
Los poetas son seres
engañosos,
uno se los imagina
frágiles y sensibles,
pero cuesta
reconocerlos comprando mortadela.
Esos truhanes
(y peor, esas
estafadoras)
son seres
-agárrese fuerte-
humanos.
Respire, tome
asiento, asúmalo.
He revelado el
secreto.
Sé que caerán
sobre mí
las siete
maldiciones
del apóstata del
verso.
Pero no soportaba
esa carga en mi conciencia.
Ahora usted decide
si cuelga en su
perfil los versos
más tristes de
Neruda.
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