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domingo, 13 de noviembre de 2016

demonios 2

Hay un demonio de moño negro en mis extrañas entrañas.
Habita la perdida región del alma
que solo visito cuando me duele.
El hígado, claro.
Amargo como cronista de policiales,
me jode la existencia en cada oportunidad.
Ahora por ejemplo me dice que esto es prosa,
que me deje de joder con el salto del renglón.
Este demonio no pronuncia, muerde.
Sólo le salen bien las palabras “mío” y “yo”,
sospecho que inventó los lunes y la propiedad privada.
Puede ser gracioso, es fácil ubicarlo en un otro,
(ese “no yo”)
y burlarme como catarsis invertida,
desconociéndome.
Pero a veces envenena mi sangre
y mi lengua con tonos ocres, acres.
No soy yo, me digo y me miento. Soy yo.
Soy mi demonio de moño negro,
y no me causa gracia verme bailar su danza ridícula.
Combato a mi demonio, convivo con su sombra.
Apelo a los arcoíris de la memoria,
para saber que el otro soy yo mismo,
que puedo esconder mi demonio en sus infiernos
que puedo salir al sol y ser prójimo
de mis hermanos.

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