1
La ciudad es un titán maldito
que muerde la carne de sus hijos
y los escupe en las veredas
como ofrendas al demonio de la miseria.
Sobre su asfalto manchado
de aceite y odio ciudadanos
con plástico seis millones y bicicletas sin freno
reparten fast food a revolucionarios de pantalla.
Hay quien promete limpiar todo:
ya sabemos a quiénes nos consideran mugre.
La ciudad es un titán maldito
que muerde la carne de sus hijos
y los escupe en las veredas
como ofrendas al demonio de la miseria.
Sobre su asfalto manchado
de aceite y odio ciudadanos
con plástico seis millones y bicicletas sin freno
reparten fast food a revolucionarios de pantalla.
Hay quien promete limpiar todo:
ya sabemos a quiénes nos consideran mugre.
2
En el pueblo de la siesta los travestis joden
cuando dejan de ser pintorescos
y se les da por ser humanos.
Los hijos sanos de las buenas familias
velan por la necesaria desigualdad;
en el pueblo de sus padres
los negros no entraban a boliches de blancos,
y los libros de los comunistas ardían en las plazas.
El pueblo sigue teniendo dueños
y no se mencionan en voz alta
ciertas cosas.
En el pueblo de la siesta los travestis joden
cuando dejan de ser pintorescos
y se les da por ser humanos.
Los hijos sanos de las buenas familias
velan por la necesaria desigualdad;
en el pueblo de sus padres
los negros no entraban a boliches de blancos,
y los libros de los comunistas ardían en las plazas.
El pueblo sigue teniendo dueños
y no se mencionan en voz alta
ciertas cosas.
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