Los números escapan
de mis manos
y su música no besa
mi piel seca.
Mi corazón es un
desierto caótico
donde no posan sus
pies las divinas musas.
¿Dónde debo buscar
la música perdida?
Los números ríen
como duendes
incorpóreos.
Ajenos a mis
intentos inarmónicos,
al mantra que
enmudeció en mis labios.
Los números
enumeran
un universo que no
me contiene.
¿Dónde debo buscar
si no es en el
abismo
que cargo como un
silencio
insondable?
Apreso mi seco
corazón
en el primer escalón
de los diez estados.
En un instante
oigo tu voz,
electrónica y
configurada
por números
binarios;
es una música
íntima que armoniza
con el lejano eco
que busco.
Sonrío,
no todo
está perdido.
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