En la avenida de
cuatro vías
militares de bronce
de gesto adusto
miran sin ver la
noche fría.
Otros militares
duermen la guardia
en las barracas,
esperando el llamado
para liberar
al país de sus
propios ciudadanos.
Perros de yeso están
alertas,
mirando la línea de
una frontera que no conocen.
Otros perros buscan
cobijo,
les da lo mismo el
refugio
en uno u otro país;
las sobras saben a lo mismo
y en todos lados son
escasas.
La noche me corta el
rostro
como la navaja de un
barbero ebrio.
Hay pequeñas
basuras en una parte mal atendida
del cantero central
de la avenida de las
cuatro vías.
Las pequeñas
miserias que pesan en mi alma,
como los olvidos que
se clavan en nuestra memoria,
me recuerdan a esos
papeles, cajas de cigarros
en dos idiomas,
pedazos rotos de
celofán de galletitas.
Apuro los pasos y
dejo atrás a los militares de bronce,
los perros de yeso,
las basuras que no
me pertenecen.
Busco mi casa con el
mismo frenesí
que busco mi alma.
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