Algunos días
-no todos-
los gorriones huyen de mis pasos,
el sol
niega su brillo y los árboles maldicen
mi nombre.
Algunos
días
muero
adelantando cuotas.
Algunos momentos
-no todos-
en esos días cenizos,
suceden como breves
perturbaciones de ese orden sin luz.
Un inesperado
guiño de luciérnaga,
un eco
lejano
de risa;
son destellos de faro
que me guían
a mi refugio.
Aunque los días me muerdan
como los perros de la culpa,
hay ojos de perro
lamiendo los míos.
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