La ciudad tiene
niños
sobremurientes.
Viven,
si el eufemismo
tiene sentido,
al filo del corte
sobre los
antebrazos.
No tienen nada más
que el vértigo,
no tienen nada más
que el miedo
del otro lado del
caño.
Matar es una puerta
para no estar solos,
mientras la bala que
los busca
baja en el puerto.
La ciudad tiene
niños
cimarrones.
La ciudad tiene
niñas que vuelan
con alas cortadas.
Hechas mercancía
incluso antes de
menstruar,
han conocido más
cárceles que escuelas.
Se disfrazan de
mujeres
en oscuras
terminales,
en rutas, en el
puerto,
donde hombres vacíos
las usan
como si fueran
jabón.
Muñecas rotas sin
niña,
vuelan
hasta caer.
La ciudad tiene
hombres y mujeres
que se indignan
sanamente al mediodía.
La hora del almuerzo
se interrumpe
de realidad.
Como si alguien
de forma inoportuna
destapara el tacho
de basura.
Algunos olvidarán o
pensarán en heroínas turcas
a la hora de la
siesta.
Otros intentarán
ahogar la culpa
por no hacer nada
en poemas sin
belleza
ni fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario