Los aparatos me
ladran fragmentos de mundo
que se clavan en mi
pecho como esquirlas,
como pétalos de una
bomba granada.
Ha muerto un
muchacho cuyo nombre ignoraba ayer,
se transmiten
números como una lotería de sangre,
hay tableros de
alfiles heridos y millones de peones
desangrados en
escaques con frontera.
Alguien ha
seleccionado qué decir
y sobre todo
qué callar.
Unas familias
demuestran
que los sueños
tienen forma de ladrillo,
pero las cámaras
(¿importa si
capturan el instante o un suceso?)
jamás pasaron por
esa esquina.
Alguien ha decidido
que los sueños no
venden,
ergo no existen.
Mientras tanto una
palurda
con dinero
se perfora las uñas
para colgarse metales.
Me niego a decir que
informa
la maquinaria que
fabrica noticias
como si fueran
bombones
rellenos de aire
envenenado.
Apenas son esquirlas
buscando carne para
dormir.
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