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jueves, 23 de abril de 2015

Zapatos

Mis zapatos tienen un kilometraje de taxi viejo,
han perdido brillo y belleza
como los ojos de un cínico.
Hace unos días mis zapatos me subieron a un ómnibus
-no los culpo, es difícil soportarme-
y al final descansaron cuando me senté
en los asientos de triste nombre.
Frente a ellos,
coquetos,
blancos calzados deportivos
sostenían a una tenista.
Subió un trabajador y se paró en la plataforma
sus zapatos de puntera de acero
tenían manchas de cal.
Entonces reparé en el polvo de ladrillo
que coronaba los championes
de la muchacha.
Somos la prolongación
de nuestros zapatos,
pensé,
o pensaron mis zapatos viejos.
Al fin y al cabo,
ya no nos distingo.


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