Chau, Eduardo.
Contigo se va un
penúltimo chau a mi viejo.
Al mundo y al
micromundo que compartían.
Ambos me enseñaron
que el segundo que corre
era más importante
que el segundo que duerme
sin soñar.
Chau, Eduardo.
Te imagino dibujando
chanchitos en las nubes,
preguntando donde
para Obdulio,
poniendo vagamundo
como profesión
en el último
pasaporte.
Chau, Gius.
Si ves a mi viejo
por ahí,
contale de su nieta,
hablale del último
gol de Suárez,
decile de mi parte
que Piriápolis está preciosa.
Chau, Eduardo,
que es decir,
hasta luego.
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