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sábado, 17 de agosto de 2019
cristales
lunes, 12 de agosto de 2019
Lluvia
retornaré en flor
domingo, 4 de agosto de 2019
Buen hombre
Aúllan en mi pecho legiones en guerra,
y la bondad no puede llegar a mis ojos
a encender una hoguera de esperanza.
pero lo intento
más allá del decálogo del boy scout
-fui un pésimo boy scout: nunca aprendí a traicionar-
los hombres buenos no dudan
y dan todo de sí.
Tapa mi nube un sol que abra mi pecho,
y dé la victoria a esa bondad que oprimo.
tiene diez estados, como estaciones de un tren
abandonado.
Todavía no ha parado
en la estación de la Bondad
titán
La ciudad es un titán maldito
que muerde la carne de sus hijos
y los escupe en las veredas
como ofrendas al demonio de la miseria.
Sobre su asfalto manchado
de aceite y odio ciudadanos
con plástico seis millones y bicicletas sin freno
reparten fast food a revolucionarios de pantalla.
Hay quien promete limpiar todo:
ya sabemos a quiénes nos consideran mugre.
En el pueblo de la siesta los travestis joden
cuando dejan de ser pintorescos
y se les da por ser humanos.
Los hijos sanos de las buenas familias
velan por la necesaria desigualdad;
en el pueblo de sus padres
los negros no entraban a boliches de blancos,
y los libros de los comunistas ardían en las plazas.
El pueblo sigue teniendo dueños
y no se mencionan en voz alta
ciertas cosas.
domingo, 7 de julio de 2019
Decir que te amo
Decir que te amo
es encerrar en cinco letras
veinte años de soles y lluvia
y abrazos que sostienen
como árboles al cielo.
Decir que te amo
es un intento pobre pero imprescindible
de traducir besos en una palabra
mágica y enana que no alcanza
a decir angustia, placer, dolor,
despedidas, soledad y alivio.
Hay gente que supone
que trabajo con palabras:
lamento defraudarlos.
En este momento no puedo armar
emocionantes discursos,
poemas que sean recitados en colegios
ni cartas de antologías literarias;
apenas puedo, con torpe voz
decir que te amo.
Levántate
Levántate,
grita una voz que no es mía
y sin embargo sale de mis uñas,
de mi sombra, del fondo de mi niñez,
de cada traición que le hice
a mis esperanzas.
Levántate,
dice la voz en una lengua extraña,
en un español de otra galaxia,
que no era el de mis amigos,
no era el de mis padres,
pero que me trae las nubes
y el sol de aquel cielo
que brillaba mi bicicleta roja,
mi pelo con coleta
-sí, tuve pelo-, mi antediluviana juventud,
mi niñez de exilio,
mi voz horrible cantando
canciones de Mercedes Sosa
a una hermana que nunca se quejó.
Levántate,
me grita y ya sé que soy yo el que grito
desde el suelo, desde el mismo
suelo que visito desde mi infancia.
Levantate, vení, vos podés, dale
y la voz son todos los que me aman,
los que me amaron y me vieron
una y otra y otra y otra vez
caer y levantarme, eterno
habitante del abismo, eterno
perdedor de cada día.
¿Perdedor? No.
Perder es no aprender
a levantarse.