El cielo es una mancha de aceite
pariendo luces,
manando miel y manteca
sobre los pobres ojos del hombre.
Pródigo como pájaros de verano,
el cielo se nos antoja residencia eterna
(a nosotros que levantamos
paredes del barro
y techos a golpe de balde
y hormigón armado).
Pero el cielo no es hogar,
no tiene la tibieza
del abrazo,
el cielo no nos mira,
no se guarda de nosotros.
El cielo es un padre hermoso
y ausente.
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