No me llames luchador, soy cobarde.
La guerra no mordió mi corazón,
la tormenta despeja la razón
de mis ojos. He llegado muy tarde
y no queda promesa que resguarde
mi fe. Es en vano pedir compasión
si no hay pasión ni queda vocación
de la que pueda hacer siquiera alarde.
No soy un luchador, apenas papel
mojado en la tormenta, sacudido
y arriado, como pendón de vencido
por el viento. Soy inútil timonel
de navío sin puerto, ni bandera
Apenas queda la fútil espera.
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