La vida pasa al costado de la ruta.
Conducimos tan de prisa que no podemos quitar
los ojos del asfalto,
de las luces que se acercan y se van.
La vida,
es decir,
aquel cerro,
un ñandú abriendo las alas
Orión en plena cacería.
La vida,
es decir,
dos motitas de pasto
que nunca serán iguales.
El río bosteza bajo el puente y no lo oímos,
no asociamos esa vena negra de agua y roca
con la línea azul que alguna maestra
se empeñó inútilmente
en trazar para nosotros.
Cuando llegamos el paisaje se hace conocido
y decimos alegremente
"estamos en casa".
Tontos.
Siempre estuvimos en casa.
Orión sigue cazando y no ve
a los pequeños seres que no ven
más allá del asfalto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario