Mis muertos me
persiguen,
me reclaman las
mentiras, los odios adioses.
Exigen que no los
use más como pretexto
de un texto
abortado.
Que mencionarlos no
es recordarlos,
que para honrar la
memoria es preciso vivir.
Mis muertos son las
alas que recorto
en un ritual
cotidiano y perverso,
para entregarlas al
mísero demonio de lo posible.
Mientras traiciono a
mis muertos,
traiciono a mis
vivos.
En una paradoja
absurda de carrusel infinito.
He de vivir, aunque
no sepa cómo.
Nunca llegaron las
instrucciones
y los sucedáneos no
llegan ni a la tapa.
He de vivir,
entonces, improvisando.
Besando cada día la
flor de los labios que amo,
haciendo una
experiencia de cada página leída,
de cada caricia del
sol, cada cuchillo del día.
He de vivir
caminando junto a mis vivos,
he de caminar junto
a mis muertos.
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