No hay nada más
injusto que una muerte
demasiado temprana.
El dolor es una
carga que se clava
como una marca
equivocada.
No puedo ser poeta
que cante con adornos
el cielo de este
agosto que llueve como sal
en las heridas.
Sólo puedo estar
ahí.
Sumar, uno más, un
hasta luego.
Ofrecer con mis ojos
todo, que será nada,
a los que quedan
doliendo el adiós.
No hay nada más
absurdo que una muerte
demasiado temprana.
Pero hay,
el recuerdo de una
vida,
que acompañará
cada día,
como una brisa tibia
y cercana.
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