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jueves, 25 de junio de 2015

Defensa de las palabras

Vengo a defender a las palabras humilladas
en tanta canción edulcorada,
en tanto poema destemplado.
La palabra amor tiene la palabra;
se queja de sistemática violación de su sentido,
de malbaratar su alcance,
de tanto cantante melódico
que la usa como un carpintero a sus clavos.
La palabra crepúsculo languidece una protesta
y esta vez sube la apuesta
y dispara contra cierta novelista:
“no bastaba con la violación de los románticos”,
expresa,
alunada,
ahora también me usan para servir en la cena
vampiros descafeinados.
Así pasan, de a una.
las palabras airadas,
las frágiles, soñadas, aladas.
Todas señalando su ausencia,
todas significando su tristeza.
Al final,
se corporiza la palabra alma,
le cuesta decir,
hasta que exhala:
ya ni soy.

Hago esto por mis amigas
y por sentimiento de culpa, por supuesto;
también las he traicionado, alguna vez.
Así que lector, ya sabes,
respeta las palabras,
las dulces, delicadas,
infinitamente dóciles
palabras.




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