La lluvia es un
tango
de anacrónica
tristeza.
Ya no somos
modernos,
ya no.
Ya no cantamos al
progreso
de valientes
aeroplanos,
la lluvia ya
lavó el asombro.
El tango gota a gota
ronronea gato a
gato,
entre dedos que
golpean
un africano piano.
La lluvia candombea,
mezclándose en la
sangre
roja como el cielo
de febrero
La sangre
llueve como un
tango.
La lluvia repica
en un moderno cinc,
en un galpón sin
tiempo.
Entre mate y mate,
sin apuro,
el hombre ensilla un
alazán
que correrá contra
el tiempo.
Nadie apuesta
por el opuesto.
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