Las palabras son torpes espejos
decía, mientras la vida cantaba en sus
ojos.
Reía, no podía llenar de abrojos
como letras las páginas, reflejo
de otra superficie. La piel
brotada de duendes, las manos
dibujaban signos humanos
con robótica paz. Miel
destilan los ojos que contemplaba
absorto como un monje en Nirvana
(no el hotel, sino el estado)
y esa miel lo transportaba
al país de pasado mañana,
y se pensaba feliz por haberlos
contemplado.
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