Empujar la palabra hasta su borde,
arrancar a la sílaba colores,
permitir florecer todas las flores,
renegar del soneto monocorde;
son tantas las tareas del poeta,
que cansa contar dedos como idiota,
dejemos a los músicos la nota
sublime que embelesa a los estetas.
Por eso cambio rima y hasta métrica,
aburre tanto verso matemático;
la buena prosa oscura, sino tétrica,
nos da más emoción que el automático
llover sílabas pares. Canto cónico,
confunde la destreza con lo agónico.
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