El tipo se sentó
en la falsa primavera
de la rambla.
Desanudó su horca de seda:
el aire se le escapaba
como ilusiones de juventud.
El traje le pesaba
como una condena de sastre;
el corte tiene su precio.
Ahí,
en esa banca poco bancaria,
le puso rostro a su soledad.
Se permitió cinco minutos de pánico.
Consultó su grillete rólex,
-oráculo dorado y robótico-
se calzó los zapatos y la sonrisa:
el sillón de gerente lo esperaba
como una madre cruel.
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