Dedicado al Chino, amigo de cuatro patas, que ya no está
La muerte me va robando
pedazos del alma que dejo en otros
seres.
Quiere convencerme del mal negocio
que resulta invertir en amor.
Mi alma adelgaza y enferma por unos
días
de una melancolía gris, un cierto
spleen criollo.
Pero queda la memoria,
la vieja y porfiada memoria,
funcionando como una locomotora a
vapor,
anacrónica y galáctica,
informática y anarquista.
Ella me sopla el spleen como un niño
nueve velas de cumpleaños.
Entonces mando a la muerte a su puto
padre
y engordo a mi alma remendada de
memoria.
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