Las palabras huyen de mi boca
como pájaros de la tormenta.
Es impronunciable
el poema que me ronda y te celebra,
empresa que supera
mi pobre artesanía.
Alguna maldición
cercena el alcance de mi voz,
no pueden mis instrumentos
siquiera rozar tu vestido,
¿cómo pretenden entonces,
falsos profetas,
describir la curva de tus labios?
Debería ser poeta para merecer tu
mirada de cielo;
pero apenas tropiezo torpes signos,
juguetes usados
por demasiados niños.
Ahora que ya sé
mis burlones límites,
me queda contemplar tus párpados
dormidos
y esperar que con el alba
me regales tu sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario