La muchacha se revolvía en su cama, inquieta. Algo la
molestaba, pero no sabía exactamente qué. Se sentía muy sola, hacía meses que
había cortado con su novio y no se adaptaba a la situación. Se levantó,
encendió su computadora, navegó un rato por internet hasta que le volvió el
sueño y volvió a acostarse.
Tuvo un buen sueño, alguien que no podía identificar estaba
con ella, la abrazaba y eso la hacía sentir bien. Se sintió a gusto con el
sueño, tanto que al despertar, en ese estado en que la vigilia y el sueño
comparten espacio, todavía sentía esa compañía. Cuando despertó del todo se
alarmó, el peso de una persona la aplastaba. Se dio vuelta de golpe, pero no
había nadie más en la habitación. La puerta estaba trancada. Debo estar mal,
pensó, fue sólo un sueño. Quiso comentar el sueño con un amigo, que sabía que
hallaría despierto, pero al abrir su computadora encontró escrito en un
programa de textos: “no te abandonaré nunca”.
Noche tras noche espera la llegada del abrazo, día tras día,
encuentra escrita esa frase en una computadora rota.
2 comentarios:
La presencia siempre estuvo allí, porque estuvo siempre en su corazón y en su mente; cuando uno piensa fervientemente en algo o en alguien y desea con el mismo fervor con que lo piensa, el universo todo conspira a nuestro favor y si no es en esta dimensión lo será en la paralela, pero ese sueño de una u otra forma se hará realidad y alcanzaremos por fin a esa presencia tan cerca como si realmente estuviera allí.
En pocas líneas nos has regalado un relato magnífico, conlleva una alta cuota de misterio pero a la vez hace las veces de espejo en el que cualquiera de nosotros podríamos vernos reflejados; cuando la soledad se mezcla con la nostalgia y el deseo y se suben a nuestros sueños, cualquier cosa es posible.
Me encantó Marcelo.
Un beso grande.
Muchas gracias, Mónica, ese ojo tuyo me viene bien por lo crítico. Por eso me halagan tanto tus palabras. Un abrazo grande.
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