Dejar facebook es como dejar de fumar.
Hace poco desactivé mi cuenta. Lo hice por una promesa: me prometí a mí mismo (qué disparate de redundancia en tan pocas palabras...) que si mi cuñado dejaba el CTI, yo dejaría facebook, y desactivé la cuenta (por las dudas no di un portazo, pero me estoy portando bien y no reincido). El argumento que me di (sí, ya sé que sería las delicias de cualquier psiquiatra, no es nada nuevo), es que no valía la pena perder tanto tiempo en una página web cuando la vida me reclama ahí nomás. Y aunque me da un poco de vergüenza decir que es una promesa, como si fuera un sacrificio significativo, lo cierto es que reflexionar ante lo valioso que es el mundo real y al mismo tiempo en su fragilidad, me dio una muy buena razón. Y un inicio.
Y sí, dejar facebook es lo más parecido que me pasó a dejar de fumar. Ando con los dedos inquietos por la calle, mirando el teléfono móvil a cada rato por si pasa algo, dudando en qué mirar primero cuando prendo la computadora. Y al mismo tiempo descubrí el tiempo (pucha que estoy jodido con la redundancia, hoy), así como un ex fumador descubre el olor de las flores. Estudio más, estoy más atento a lo que pasa alrededor, miro a la gente a los ojos cuando me habla y no bajo la cabeza al celular, mi jefe me ve hacer cosas interesantes en la computadora (todavía no me ve trabajar mucho, pero al menos es un comienzo). Sólo me falta adoptar la misma actitud que cuando dejé de fumar, o mejor dicho, no adoptar la actitud de misionero en plena campaña de mandato divino y no hablar en contra del hábito recién abandonado. Por las dudas, ¿vio? Quien le dice. Eso sí. Trato de andar sin encendedores en los bolsillos. Y borré la aplicación del celular. Ahora me dedico a llenar este blog de estupideces.
Lo lamento, querido lector. Cualquier cosa me puede hacer llegar una queja. Por facebook.
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sábado, 23 de julio de 2016
Míticas en elMontevideano
Nadie puede dudar del trabajo cultural que hace Hugo Giovanetti Viola a través de su página, elMontevideano. Un trabajo de una perseverancia de artesano, acercando a sus lectores autores que escapan de la prensa culturosa local, o que son mal y pobremente difundidos, en el caso de los más conocidos.
Me honra ser citado en su blog, ser difundido por este gran escritor y mejor persona. Me honra enormemente poder llamarlo amigo y maestro. Es de las cosas que me hacen sentir vivo y bien en este ambiente tan mezquino como es Tontovideo. Una ciudad que necesita urgentemente volver a ser Montevideo.
Les dejo a los dos o tres que entran a leer este blog (incluyendo a los señores del FBI que cada tanto entran a vigilarme, les ofrecería una taza de café pero va a llegar frío a sus oficinas de California).
Aquí está:
http://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com.uy/2016/07/marcelo-sosa-miticas-3.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed:+Elmontevideano-LaboratorioDeArtes+(elMontevideano+-+Laboratorio+de+Artes)
Me honra ser citado en su blog, ser difundido por este gran escritor y mejor persona. Me honra enormemente poder llamarlo amigo y maestro. Es de las cosas que me hacen sentir vivo y bien en este ambiente tan mezquino como es Tontovideo. Una ciudad que necesita urgentemente volver a ser Montevideo.
Les dejo a los dos o tres que entran a leer este blog (incluyendo a los señores del FBI que cada tanto entran a vigilarme, les ofrecería una taza de café pero va a llegar frío a sus oficinas de California).
Aquí está:
http://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com.uy/2016/07/marcelo-sosa-miticas-3.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed:+Elmontevideano-LaboratorioDeArtes+(elMontevideano+-+Laboratorio+de+Artes)
viernes, 22 de julio de 2016
Radiografía del pelotudo
Es posible que el título llame a confusión, que al leer uno se pregunte de qué pelotudo se trata. Es que la palabra no necesita demasiada explicación, uno tiene una idea general de su significado; entonces pensamos en que un ejemplar que pueda llamarse pelotudo tuvo un accidente esperable y se rompió en varias partes. Y no habría ninguna sorpresa, justamente por lo esperable del caso.
Pero no, la pretensión de este artículo es intentar describir al pelotudo como tipo humano. Insisto, es más fácil ejemplarizar (pelotudo es Fulano, por ejemplo) que describir, pero vamos a hacer el esfuerzo.
Para empezar, hay muchos. Por todos lados. Se diría que estamos rodeados de pelotudos. Basta con salir a la calle y ver cómo manejan, con prender la radio y la televisión y ver cómo hablan. Está lleno de pelotudos, así que no podemos decir precisamente que sean una minoría, pero sí podemos decir que la condición de pelotudo (vamos empezando por ahí: pelotudo se nace, y se perfecciona con el ejercicio) no responde a situación social, origen étnico, ni siquiera a nivel de instrucción, porque usted, querido lector, podrá corroborar que hay muchos pelotudos profesionales. Es decir, que ejercen alguna profesión (también hay los que cobran por ser pelotudos, pero ese es un caso especial, como el de los conductores televisivos o radiales que todos conocemos).
Luego es una condición no genética, ni siquiera tiene que ver con determinado grado de inteligencia. No, tiene que ver con una actitud y una facilidad para elegir la peor opción posible frente a una situación dada. Por ejemplo, el tipo que en el medio de un embotellamiento se descarga en la bocina. ¿Logra algo? No. Y entonces, ¿para qué lo hace? Esa no sería la pregunta adecuada, ya que no hay un para qué: el pelotudo no piensa: hace. O dice, que es una forma especial de hacer (y una de las preferidas del pelotudo). La pregunta es por qué. Y ahí la respuesta sale sola, sin necesidad de más elucubraciones: el tipo toca la bocina en un embotellamiento porque es un pelotudo. Tan sencillo como eso. Ahora bien, estamos hablando del que habitualmente termina haciendo cosas así, no del que alguna vez lo ha hecho. Y es que, como una genialidad ocasional no convierte a nadie en genio, una boludez no te hace boludo (permítanme por un instante el sinónimo, aunque hay quien los distingue; es que cansa la repetición y conviene variar un poco).
Entonces vamos forjando una descripción: es alguien que no piensa. Que usa el sentido común como común y no como sentido. Y podemos ver que trasciende el ámbito rioplatense del término. Cuando uno ve una película británica como Los caballeros de la mesa cuadrada, de los Monty Pyton (Monty Piton and the Holy Grial), obra maestra del absurdo, encuentra que escenas como el de la muchacha que es juzgada por brujería por pesar más que un ganso parecen sacadas de la vida real, porque todos conocemos gente que es capaz de hacer esas asociaciones. No sé como les dirán en Inglaterra a estos especímenes, pero sin duda se trata de pelotudos.
Así que haciendo un breve resumen podemos decir que el mundo está lleno (piense muy bien antes de preguntar "¿de qué?", no sea cosa que el subconsciente lo traicione).
Para finalizar, haremos un breve punteo.
El p. (y sí, repito que cansa, así que esta vez usaré abreviaturas) no piensa, hace.
El p. no dice, habla.
El p. no razona, opina.
El p. puede ser muy bueno en un área determinada, pero eso lo hace más peligroso, porque cree saber de todo.
El p. elije los foros donde pueda opinar de todo lo que no le preguntaron Y lo hará en proporción inversa a su conocimiento del asunto tratado. Elige preferentemente fútbol y política, más cuando tiene menos deportes que Utilísima y menos está dispuesto a hacer algo por cambiar el mundo.
El p. se ofende. Invariablemente. Hasta cuando uno le pregunta si tiene cambio.
El p. atrae a otros p. Mucho más si tiene un programa de radio. Entonces el p. oyente termina con la radio a todo volumen, importándole muy poco el resto del universo.
Como conclusión de lo anterior, el p. es básicamente egoísta.
El p. rara vez se sentirá identificado cuando uno hace una descripción de lo que es un p.
Por último, agradezco muchísimo su atención y complicidad. Después de escribir este artículo, me siento un poco más pelotudo, pero por el último punto sé que todavía no del todo.
Pero no, la pretensión de este artículo es intentar describir al pelotudo como tipo humano. Insisto, es más fácil ejemplarizar (pelotudo es Fulano, por ejemplo) que describir, pero vamos a hacer el esfuerzo.
Para empezar, hay muchos. Por todos lados. Se diría que estamos rodeados de pelotudos. Basta con salir a la calle y ver cómo manejan, con prender la radio y la televisión y ver cómo hablan. Está lleno de pelotudos, así que no podemos decir precisamente que sean una minoría, pero sí podemos decir que la condición de pelotudo (vamos empezando por ahí: pelotudo se nace, y se perfecciona con el ejercicio) no responde a situación social, origen étnico, ni siquiera a nivel de instrucción, porque usted, querido lector, podrá corroborar que hay muchos pelotudos profesionales. Es decir, que ejercen alguna profesión (también hay los que cobran por ser pelotudos, pero ese es un caso especial, como el de los conductores televisivos o radiales que todos conocemos).
Luego es una condición no genética, ni siquiera tiene que ver con determinado grado de inteligencia. No, tiene que ver con una actitud y una facilidad para elegir la peor opción posible frente a una situación dada. Por ejemplo, el tipo que en el medio de un embotellamiento se descarga en la bocina. ¿Logra algo? No. Y entonces, ¿para qué lo hace? Esa no sería la pregunta adecuada, ya que no hay un para qué: el pelotudo no piensa: hace. O dice, que es una forma especial de hacer (y una de las preferidas del pelotudo). La pregunta es por qué. Y ahí la respuesta sale sola, sin necesidad de más elucubraciones: el tipo toca la bocina en un embotellamiento porque es un pelotudo. Tan sencillo como eso. Ahora bien, estamos hablando del que habitualmente termina haciendo cosas así, no del que alguna vez lo ha hecho. Y es que, como una genialidad ocasional no convierte a nadie en genio, una boludez no te hace boludo (permítanme por un instante el sinónimo, aunque hay quien los distingue; es que cansa la repetición y conviene variar un poco).
Entonces vamos forjando una descripción: es alguien que no piensa. Que usa el sentido común como común y no como sentido. Y podemos ver que trasciende el ámbito rioplatense del término. Cuando uno ve una película británica como Los caballeros de la mesa cuadrada, de los Monty Pyton (Monty Piton and the Holy Grial), obra maestra del absurdo, encuentra que escenas como el de la muchacha que es juzgada por brujería por pesar más que un ganso parecen sacadas de la vida real, porque todos conocemos gente que es capaz de hacer esas asociaciones. No sé como les dirán en Inglaterra a estos especímenes, pero sin duda se trata de pelotudos.
Así que haciendo un breve resumen podemos decir que el mundo está lleno (piense muy bien antes de preguntar "¿de qué?", no sea cosa que el subconsciente lo traicione).
Para finalizar, haremos un breve punteo.
El p. (y sí, repito que cansa, así que esta vez usaré abreviaturas) no piensa, hace.
El p. no dice, habla.
El p. no razona, opina.
El p. puede ser muy bueno en un área determinada, pero eso lo hace más peligroso, porque cree saber de todo.
El p. elije los foros donde pueda opinar de todo lo que no le preguntaron Y lo hará en proporción inversa a su conocimiento del asunto tratado. Elige preferentemente fútbol y política, más cuando tiene menos deportes que Utilísima y menos está dispuesto a hacer algo por cambiar el mundo.
El p. se ofende. Invariablemente. Hasta cuando uno le pregunta si tiene cambio.
El p. atrae a otros p. Mucho más si tiene un programa de radio. Entonces el p. oyente termina con la radio a todo volumen, importándole muy poco el resto del universo.
Como conclusión de lo anterior, el p. es básicamente egoísta.
El p. rara vez se sentirá identificado cuando uno hace una descripción de lo que es un p.
Por último, agradezco muchísimo su atención y complicidad. Después de escribir este artículo, me siento un poco más pelotudo, pero por el último punto sé que todavía no del todo.
domingo, 3 de julio de 2016
Relojes
Duermo bajo un cielo
de inevitables
relojes
que bailan una
sinfonía primordial.
Dios es un
coreógrafo, quizás,
o un relojero, un
matemático poeta.
Me deslizo en el
breve tiempo
y trato de hacerlo
con elegancia,
pero no es mi
elemento y desentono en la canción.
Arriba los relojes
ríen su mecánica metálica.
Inalcanzables como
utopías
ignoran mis pequeños
deseos
o tal vez los
cumplen a su modo
metálico y
perfecto.
Debo reconocerlo:
El Universo no
conspira contra mí;
sólo me ve
transcurrir inadaptado,
como un pato en un
desfile de unicornios.
Sentarme,
contemplar, fluir, luchar.
A lo mejor
comprender y no intentar predecir,
y agradecer cada
maravilla.
El Universo es un
espejo
de la noche interna
que me gobierna.
Se vislumbra,
allá,
el final de la
caída;
o tal vez otro
comienzo, no lo sé.
Volver a empezar,
quizá como unicornio
en un desfile de
patos.
Dios es un
coreógrafo
de imprevisibles
relojes.lunes, 27 de junio de 2016
héroes
Nada
crece a la sombra de los héroes.
Solamente
florece sobre la memoria
de
mujeres y hombres que sangraban y reían,
y
nos hicieron llegar tan lejos como nuestros sueños.
Nada
crece a la sombra de los héroes.
Los
condenamos a la inmortalidad
de
las mentiras que cuentan juglares a sueldo,
de
sucios mercaderes de mitos.
Los/
nos condenamos,
a
un mañana sin leyenda, a grises días.
Nada
crece a la sombra
de
las mentiras de boliche.
Dicen
que Artigas no quiso volver,
dicen
que Obdulio bebió con los vencidos.
Algún
mediocre los hizo mitos.
Los/
nos condenó a la sombra.
En
una plaza florecen niños
alejados
de cantos de ciegos que nunca
conocieron
el barro
de
las batallas.
jueves, 9 de junio de 2016
Necesito
Necesito poesía.
No me importa si está escrita, o late bajo una piel tibia.
No me importa si está escrita, o late bajo una piel tibia.
Necesito
urgentemente poesía que me abrace,
que me lea, que me
rime, que me alitere.
Necesito poesía
como un poseso,
como el aire, como
cada noche
necesita un día.
Necesito poesía
para poder seguir,
para limpiarme la
mirada,
para no odiar cada
paso,
para no sentir cada mañana como una traición.
Y entonces veo tus
ojos,
cansados, limpios,
futuros.
Y respiro cada
verso,
y rimo cada beso,
y se vuela,
de amarillos
papeles,
como un ángel de
estreno,
la poesía.jueves, 2 de junio de 2016
érase una vez
Érase una vez
maldita
donde se encontraban
las voces negadas
por las veces
anónimas en que callaban.
Érase una maldita
vez
donde los hechos
ocurrían
después de tantas
veces postergadas.
Érase la vez como
un embudo de los tiempos,
donde se encontraban
las voces, los sucesos,
los infinitos
instantes amputados,
para ser
por vez primera.
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