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domingo, 3 de julio de 2016

Relojes

Duermo bajo un cielo
de inevitables relojes
que bailan una sinfonía primordial.
Dios es un coreógrafo, quizás,
o un relojero, un matemático poeta.

Me deslizo en el breve tiempo
y trato de hacerlo con elegancia,
pero no es mi elemento y desentono en la canción.
Arriba los relojes ríen su mecánica metálica.
Inalcanzables como utopías
ignoran mis pequeños deseos
o tal vez los cumplen a su modo
metálico y perfecto.

Debo reconocerlo:
El Universo no conspira contra mí;
sólo me ve transcurrir inadaptado,
como un pato en un desfile de unicornios.
Sentarme, contemplar, fluir, luchar.
A lo mejor comprender y no intentar predecir,
y agradecer cada maravilla.
El Universo es un espejo
de la noche interna que me gobierna.

Se vislumbra,
allá,
el final de la caída;
o tal vez otro comienzo, no lo sé.
Volver a empezar, quizá como unicornio
en un desfile de patos.
Dios es un coreógrafo
de imprevisibles relojes.




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