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sábado, 23 de julio de 2016

Dejar facebook

Dejar facebook es como dejar de fumar.
Hace poco desactivé mi cuenta. Lo hice por una promesa: me prometí a mí mismo (qué disparate de redundancia en tan pocas palabras...) que si mi cuñado dejaba el CTI, yo dejaría facebook, y desactivé la cuenta (por las dudas no di un portazo, pero me estoy portando bien y no reincido). El argumento que me di (sí, ya sé que sería las delicias de cualquier psiquiatra, no es nada nuevo), es que no valía la pena perder tanto tiempo en una página web cuando la vida me reclama ahí nomás. Y aunque me da un poco de vergüenza decir que es una promesa, como si fuera un sacrificio significativo, lo cierto es que reflexionar ante lo valioso que es el mundo real y al mismo tiempo en su fragilidad, me dio una muy buena razón. Y un inicio.
Y sí, dejar facebook es lo más parecido que me pasó a dejar de fumar. Ando con los dedos inquietos por la calle, mirando el teléfono móvil a cada rato por si pasa algo, dudando en qué mirar primero cuando prendo la computadora. Y al mismo tiempo descubrí el tiempo (pucha que estoy jodido con la redundancia, hoy), así como un ex fumador descubre el olor de las flores. Estudio más, estoy más atento a lo que pasa alrededor, miro a la gente a los ojos cuando me habla y no bajo la cabeza al celular, mi jefe me ve hacer cosas interesantes en la computadora (todavía no me ve trabajar mucho, pero al menos es un comienzo). Sólo me falta adoptar la misma actitud que cuando dejé de fumar, o mejor dicho, no adoptar la actitud de misionero en plena campaña de mandato divino y no hablar en contra del hábito recién abandonado. Por las dudas, ¿vio? Quien le dice. Eso sí. Trato de andar sin encendedores en los bolsillos. Y borré la aplicación del celular. Ahora me dedico a llenar este blog de estupideces.
Lo lamento, querido lector. Cualquier cosa me puede hacer llegar una queja. Por facebook.

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