Duerme bajo mi piel
un ser oscuro,
blanco como el
fulgor de la ceguera.
me calzo sus ojos de
primavera
y me hundo en el
humo de mi futuro.
Un ser de alas
adamantinas, duro
y limpio, atraviesa
mi tensa espera.
Sus ojos de otoño
otean lo que era
y lo que es,
atraviesan cualquier muro.
Me visto con sus
hábitos y veo
lo que me deja ver
el universo.
Me visto como
turista y paseo
con la sorda certeza
del converso.
En las baldosas del
camino leo
los signos que
componen este verso.
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