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lunes, 20 de enero de 2014

El silencio como arma o el plagio escondido: reflexiones sobre una canción de Zitarrosa cantado por un tal Montañez.

La cosa es así: el artista crea y las discográficas difunden, arman gustos y desarman cabezas. Es sencillo: un cantante urbano con mucho de rural, como Zitarrosa, compuso canciones que hablan de su tierra, el exilio lo obligó a trabajar en otros países y las canciones siguen siendo hermosas, aunque pierden contexto. Una de esas canciones, Milonga para una niña, fue escuchada por un tipo muy hábil, que entrevió las posibilidades poéticas de una canción fácil de adaptar por tener su letra un metro riguroso. Cambió el ritmo a salsa, y la incorporó a su repertorio. Olvidándose de aclarar que su autoría no le pertenecía, claro. Ese silencio alimentó la creencia, que nunca se encargó de negar, de que la canción pertenecía a este intérprete, un tal Andy Montañez, uno de tantos, y no al autor uruguayo Alfredo Zitarrosa.
¿Hasta que punto no bordea el plagio ese silencio? He visto a este señor hablando del "origen" de la canción  (de la que siquiera cambió el título, haciendo incomprensible por qué se llamaría "milonga" una salsa), y habla de un "corte", o un estilo musical argentino -cometiendo así otra torpeza, ya que la milonga uruguaya no tiene nada que ver con la argentina, son estilos musicales completamente distintos-, pero callándose que esa canción pertenecía a otra persona. Pagará los derechos de autor, no me cabe duda, porque de no ser así estaría cometiendo un delito. Pero más allá de lo jurídico, esta persona es muy cuestionable: el trabajo de un autor merece reconocimiento, y el silencio se lo niega.

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