Para William Hurt.
Nada más sensual
y más vacío
que las volutas de humo
dibujando formas de cálido veneno
desde la brasa de un cigarrillo
que se consume hasta quemar
el cenicero y mi alma.
El cigarrillo que ya no importa,
que ya no pide mis labios,
el humo azul como cortina
de unos ojos que ya no recuerdo.
El alma pesa
como el humo,
me lo enseñó Paul Benjamin
En una pantalla donde se posaba la luz
de la linterna mágica.
Las luces ya no dibujan
formas sensuales y vacías.
Alguien en la calle me pide fuego.
Explico que ya no fumo.
El alma me pesa
más que el humo de Lord Raleigh.
Adiós, Mr. Benjamin.
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