morder mis poemas como un mastín;
ocultarlos como un avaro a su dinero,
reservarlos para el ojo de un jurado,
que decidirá si son buenos, si son aptos
para ser bendecidos en papel.
Ahorro la espera, desisto de concurso:
no puedo ganar jamás.
Un avisado distingue esta prosa
mal disfrazada a fuerza de línea interrumpida.
No soy poeta que vale
el tiempo de los jurados,
ellos miran espantados
el octosílabo que sale
de los márgenes del verso.
Entre mate y mate mato
a la lengua que destrato
haciendo el mejor esfuerzo.
Me dicen que debo ser inédito
y cerrar bien los poemas.
Portarme bien y leer
cuando llegue mi turno.
Me dicen que debo ser
un poeta resignado,
mirar a los consagrados
felicitarse entre ellos
y pagar una edición,
o publicar en un blog
que no lee ni un robot.
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