hay colinas que miro,
aunque ellas crean que soy un auto más,
otra mancha móvil, fugaz, indiferente.
Hay colinas verdes de hobbit,
toros que parecen bisontes pastando
praderas infinitas como alegorías,
espejos de agua que piden a gritos
un cielo al cual reflejar.
En el camino a Aceguá
las colinas de hobbit
son una dulce mentira
de cuarenta minutos,
mientras suena caída libre en los parlantes,
y en el destino veinte asombros no saben
qué lección me darán ese día.
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