Hay algo, que de forma provisoria puedo llamar oscuridad, que está en lugares sin nombre: un vacío en el recuerdo, una sombra de fotografía, un párpado cayendo violenta y definitivamente, como un golpe final.
No quiero mirarla, pero sé que me observa con la paciencia de un pescador de almas.
Ese gusto amargo que queda en la boca después de un dulce que ignoramos, esos ojos que no nos miran, el viento que se lleva un barco que dejó mis pies en tierra.
Eso, que no tiene luz, que no tiene el calor de una bocanada de aire en pleno invierno, eso ronda las esquinas de mi casa y se pega a mis zapatos como brea en verano.
Eso que empieza a salir de mi boca y manchar mis palabras.
Eso que me impide buscar una luz que me guíe hacia mis abismos, donde habita otro yo, mejor que yo.
Eso que me impide terminar este
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