Me han robado la fe y
las alas.
He perdido los ojos en
una ventana
cerrada al futuro.
Miro al rostro del
joven que me mira
en un cartón pintado con
sellos oficiales.
No reconozco su
nombre, me suena lejano
como el eco de una
risa
que se ha perdido en
el viento.
Admiro la certeza. Es
una dulce fruta
que en mi boca se ha
vuelto amarga.
Admiro a quien profesa
la fe
como quien profesa un
oficio con maestría;
el oficio de un
verdugo
que florea su
espada en el aire,
pidiendo un cuello,
o el oficio de un
labrador
dejando una semilla
en un surco
imperturbable.
Me envuelvo en mis
dudas,
como un desharrapado
en sus tristes trapos.
Mis dudas y el amor son
todo lo que tengo.
El amor como una
estrella
fija en el cielo.
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