Debía un poema a Quique Rosado.
Busqué palabras que le hicieran justicia
y no pude hallar más que intentos,
Parloteos desesperados de versero viejo.
Quique merece palabras que vuelen como sueños
que sean sólidas como cimientos,
solidarias como un pasamanos de baldes
un domingo lluvioso de invierno.
Busqué palabras en poemas célebres,
en discursos oficiales,
en canciones de protesta.
Y no hallé nada.
Busqué más abajo de los cimientos,
en la casa roja donde guardamos
las herramientas que ya no usamos,
ahí donde no entran psicólogos ni burócratas
y no figura en los planos de ningún arquitecto.
Y hallé sólo tres palabras.
Hasta siempre, compañero.
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