El día me escupe a
la cara sus mastines de metal.
Soledad y rabia me
muerden los garrones
cada vez
que me aparto del
rebaño,
cada vez
que miro más allá
del pasto televisivo.
Trato de recordar
que la libertad
son las cicatrices
de grilletes eléctricos,
son los ojos
quemados por un sol sin censura.
Mi libertad me duele
como un viento
que vuela cada
prejuicio de su estante.
Mi libertad me duele
y me besa con solitaria ternura.
Abraza y abrasa.
Las bestias
metálicas me observan, recelosas,
desde sus oficinas
gubernamentales,
desde sus
malolientes ideologías de dominación.
Esperan el descuido,
el pie fuera de lugar.
Camino y las espero.
Camino, creo, muero,
vivo.
Vuelo con mis alas
de muñón reverdecido.
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